miércoles, 4 de abril de 2012

Últimas lecturas: puesta al día

Mucho tiempo leyendo y sin poner ninguna entrada es el origen de este post largo y extraño en el que intentaré recoger, aunque sea brevemente, algunas observaciones sobre mis últimas lecturas.

Tokyo Blues, de Haruki Murakami. Escritor japonés de moda, postulado para el Premio Nobel de Literatura, con títulos a priori sorprendentes y atractivos. Esta novela tiene ya sus años. Me gustó, aunque su temática resulta muy deprimente (ese es en realidad el tema de la novela) la hace algo difícil de tragar. Me gustó conocer una nueva perspectiva de mayo del 68 y toda la cultura que arrastró consigo, desde un enclave tan lejano a París. Interesante, dura, pero interesante.

El hombre que se comió el mundo. Ahora no recuerdo al autor, pero se trata de un volumen editado por una colección de Tusquets dedicada a gastronomía, etc. Con buenos títulos y bien editados. Se trata de un ensayo en que su autor narra sus viajes e impresiones en los mejores restaurantes del mundo. En plena efervescencia gastrónoma, el libro me gustó y entretuvo. Recuerdo haber leído extensos fragmentos en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, el pasado verano, esperando mi enlace para ir a Edinburgo. Alternaba la lectura con visitas repetidas a una pequeña tienda del aeropuerto donde comí unos excelentes macarrons.

Los aprendices de brujo, de Lisa Abendt. Siguiendo el influjo gastronómico, este libro pretende ser un testigo de lo que se cuece en una de las cocinas más interesantes del mundo, la de El Bulli (al menos antes de que lo cerraran definitivamente).  Y cumple bien su propósito, aunque llegado a un punto, decidí que ya había leído bastante, que lo demás se repetía y no dejaba de ser un poco rutinario, en un esfuerzo inútil por estirar la escritura hasta un número de páginas determinado por los intereses editoriales. De modo que interesante, pero dejándolo a tiempo.

El psicoanalista, de John Katzenbach. Espléndido thriller que no conocía ni habría leído nunca si no se hubiese seleccionado en el club de lectura en el que participo regularmente. Un tocho (lo cual no me suele gustar) que llenó mis navidades de emoción, suspense y una buena historia esperándome junto a la mesa camilla. Es de esa literatura que suelo considerar un poco menor pero que consigue entusiasmarme y me hace disfrutar, por tanto, se convierte para mí en gran literatura.

Viaje al optimismo, de Eduardo Punset. Regalo de navidad que cogí tras la lectura del anterior título. Aún pegado a la trama de aquel, esta obra de divulgación me interesó bastante, aunque su conocido y reconocido autor, buen divulgador de ciencia y pensamiento, pasa de un tema a otro con soltura, sin cerrar nada del todo. Ha sido un buen primer acercamiento a sus obras.

La rueda de la vida, de Elizabeth Kübler-Ross. Otro de esos libros que jamás habría leído sin la recomendación de un amigo. Autobiografía de una doctora que se dedicó, en ocasiones hasta límites insólitos, a investigar y desarrollar cuidados paliativos para enfermos terminales al borde de la muerte. La atención que actualmente se presta a este tipo de enfermos, el trato humano, las condiciones, etc. no serían las que son sin la contribución de esta doctora. Un testimonio impresionante de una persona entregada a los demás.

El mapa y el territorio, de Michel Houllebecq. "Enfant terrible" de la narrativa francesa actual, su lanzamiento por la editorial Anagrama se hizo a bombo y platillo, con una buena presencia en las estanterías y mesas de novedades de las librerías. La novela es interesante aunque algo farragosa, y de su lectura, que pude finalizar, pude finalmente sacar algunas observaciones y reflexiones de interés. Pero la sensación que queda en el recuerdo es de pesadez.

Lugares que no quiero compartir con nadie, de Elvira Lindo. Me cae muy bien esta escritora, sus crónicas neoyorkinas en el programa de RNE de Toni Garrido son simpáticas y sin desperdicio, de modo que me lancé a comprar este libro, que no me ha decepcionado pero del que esperaba un poquitín más. Lo disfruté, sin duda alguna, y contiene fragmentos estupendos, escritos por una Elvira Lindo tal vez más seria que de costumbre. Ella vive NY por nosotros y nos lo cuenta. Y se lee de tirón y con mucho agrado.

El tiempo que querría, de Fabio Volo. Un libro que me prestó una amiga, lo cual significa que me quemaba en las manos, lo quería terminar cuanto antes y devolverlo, y por ello, claramente expuesto a no ser disfrutado como tal vez se merece. Soy un poco especial para esto de los libros prestados. Acepto entusiasmado las recomendaciones pero me duelen los préstamos (incluídos los de las bibliotecas). Parece que ha causado furor en Italia, y a mí me parece una novela ligerilla, con una presencia extenuante del yo narrativo (especialmente cuando habla de ella, que es cuando la cosa me supera). Lo terminé a su tiempo y lo devolví a su dueña.

Rapsodia Gourmet, de Muriel Barbery. Después de la fenomenal novela La elegancia del erizo, descubrí esta obra creada anteriormente y me interesó. La primera vez que la leí me decepcionó mucho, era una traducción bastante infumable, editada en una editorial que no conocía, con el título de Una golosina. Seix Barral la rescató, hizo una nueva traducción con el título de Rapsodia Gourmet, y me he animado a leerla en la edición de bolsillo. Ha mejorado mucho.

Diario de invierno, de Paul Auster. Todo lo que escriben las manos de Auster me suele gustar mucho. También esta nueva entrega de memorias, aparecida antes en castellano que en inglés, aunque hay fragmentos (como la exhaustiva relación de casas, calles y ciudades en las que ha vivido a lo largo de su vida) en que la cosa puede llegar a irritar un poco. En ese caso, recomiendo un buen salto de páginas. Se repiten algunas anécdotas o historias (de otras novelas u otras memorias: ¿dónde acaba la realidad y empieza la ficción en Auster, me pregunto?), pero fluye como siempre lo hace su escritura, de una manera magnífica. Me gusta mucho el final, con esa frase concluyente en la que se dice a sí mismo algo así como "has entrado en el invierno de tu vida", frase que me recuerda tanto a Shakespeare ("'Tis the winter of our discontent").

Libertad, de Jonathan Franzen. Aclamada como una de las grandes novelas de 2011, tomado prestado de una biblioteca, con más de 600 páginas de apretada escritura y denso contenido, Libertad es, en mi opinión, una gran novela. Demoledora, bien escrita, crítica, mordaz,... ¡Cómo cerrar el libro y dejar a esa desventurada familia de clase media alta americana a la deriva! A pesar de algunos fragmentos un poco más espesos de lo que me hubiese gustado, la novela me parece espléndida.

Invisible, de Paul Auster. Brillante como suele ser su escritura, una novela compleja sobre el mismo proceso de escritura y de elaboración de una historia, con numerosos puntos de vista, y complicados juegos de texto dentro del texto dentro del texto, con presencia de numerosos narradores. Se me escapa un poco el final, un tanto en plan Kurtz de Apocalypse Now, pero me sigue gustando este Auster arriesgado. Hay episodios difíciles muy bien narrados, que destacaría especialmente en esta obra, como la supuesta relación incestuosa.

Indignación, de Philip Roth. Primera novela que leo de este autor, recomendado vivamente por un amigo, que no me ha decepcionado en absoluto. Leída en un suspiro, apenas un par de días, tal vez sea una obra menor de Roth pero tan bien embastada y construída, tan impactante que no me dejaba respirar. Brillantez por todas partes, y un autor del que leer toda su obra publicada hasta el momento.

Darse a la lectura, de Ángel Gabilondo. El ex-ministro de Educación se lanza a un ensayo para el gran público sobre la pasión y la importancia de leer. Tal vez no dice nada que no se haya dicho ya, pero lo dice bien, a veces de un modo algo retorcido, para qué engañarnos, pero todo suena a buenas o excelentes ideas.

La librería ambulante. Publicada hacia 1919, y no sé si traducida al castellano hasta ahora, es una novelita amena, que se lee en un suspiro, escrita con bastante inocencia sobre un mundo rural, inocente, relajado y feliz. Una recuperación de algo de lo mejor que se puede sacar del mundo rural profundo de la América profunda, con sus cocinas tradicionales, sus pasteles recién hechos, su pan casero, su trabajo diario y esforzado y una forma de vivir austera y pacífica, en paz con todo el mundo, tan alejada de la locura de hoy. En el fondo, recoge ideas bastante modernas para su época, sobre todo la emancipación de la protagonista, aunque puede resultar bastante suave en nuestros días. Una lectura muy agradable.