jueves, 8 de mayo de 2008

Jimmy Liao

Para aquellos/as que todavía no han entrado en el fantástico mundo del álbum ilustrado, y por supuesto también para aquellos/as que lo conocéis y apreciáis, os recomiendo dos novedades editoriales exquisitas: Desencuentros y El sonido de los colores, ambos de Jimmy Liao (no os perdáis un cortometraje basado en una de sus obras que se puede ver desde este enlace) y están editados por Barbara Fiore (¡gracias por la magnífica edición!). Son volúmenes caritos pero preciosos, obras para disfrutar en cualquier momento, un regalo que te puedes hacer cualquier día en que te encuentras a gusto contigo mismo y con lo que te rodea, y también para esos días en que te sientes mal y necesitas quererte un poco más. El primero narra una preciosa historia de amor y desencuentro, marcada por el azar y la casualidad, y utiliza un código visual elocuente y exquisito. Una auténtica gozada.
El sonido de los colores es un asombroso viaje por las imágenes de un mundo subterráneo, una hermosa metáfora del mundo que ven o sueñan o viven los invidentes, y está basado o inspirado en un poema de Rainer María Rilke.
Os recomiendo igualmente otra excelente obra de Liao, La piedra azul, editado por el Fondo de Cultura Económica.

martes, 29 de abril de 2008

Otra sorpresa literaria: "La elegancia del erizo"

Otra de las sorpresas literarias de los últimos meses también ha sido servida por la editorial Seix Barral (recordad Firmin). Su título es "La elegancia del erizo", y su autora Muriel Barbery, al parecer una profesora de filosofía, según consta en la solapa interior. Esta novela me ha dado algunos de los mejores momentos de lectura de las últimas semanas, con un personaje principal absolutamente portentoso, una joya. Se trata de Reneé, portera de un edificio de apartamentos de lujo de París, que ve la vida pasar desde la portería. Asume su rol de invisible en un mundo de ricos y pretenciosos, y desde la interpretación del rol social que le ha tocado en suerte, hace una minuciosa lectura de la realidad que le rodea. Renée no es lo que parece: socialmente es una portera consciente de su lugar en la escala social; personalmente es extraordinariamente inteligente y culta, lectora empedernida en la oscuridad de la vivienda que ocupa en la planta baja. Hay algo en ella que me recuerda a Firmin, ambos lectores escondidos para sobrevivir en un mundo de apariencias y vanidad.
No cuento nada más: es muy recomendable. Mejor no perdérsela.

martes, 22 de abril de 2008

Vuelta al blog: a propósito de "El chico del pijama de rayas"

Tras unos cuantos meses sin escribir en mi blog, del que no recibo retroalimentación alguna ("feedback"), vuelvo a la carga en un ratito que he encontrado. Sigo con lecturas gozosas, de las que escribiré un poco a continuación.
Después del vendaval que supuso "Firmin", era difícil ocupar el hueco dejado por esta rata deliciosa. Cayó en mis manos uno de los grandes éxitos de la temporada (o temporadas): "El chico del pijama de rayas". Uno de esos libros que me he resistido a comprar desde que salió al mercado, ya que parece que todo el mundo lo ha hecho ya, de modo que cualquiera me lo podría pasar. Así lo hice, tirar de préstamo de amigo, y fundírmelo en un par de días. Me parece una de esas novelas que hay que analizar sociol-literariamente (perdón por el palabro): se está vendiendo mucho y, lo más importante, parece que se está leyendo mucho. ¿Por qué? Haciendo un análisis somero, pero afinado, es una novela que se lee con facilidad, reconoces fácilmente la realidad que muestra, te identificas rápidamente con el personaje principal, o más bien lo reconoces en seguida, tiene la letra grandota y en un par de horas, te has chupado las 100 primeras páginas. Eso por lo que respecta a la primera parte; me aburría un poco, pero tampoco me molestaba su lectura como para abandonar. Después comienza el festín: la cosa se pone interesante cuando Shmel entra en escena y se pone en marcha ese bonito juego de la vida: comprenderla a través de otro. La alteridad como forma de conocimiento y de convivencia indispensable. Poco a poco va subiendo la tensión, el suspense, intuyes acontecimientos por venir, aunque son demasiado feos para dar crédito a tus pensamientos, demasiado lúgubres mientras el sol luce con fuerza al otro lado de la ventana de tu cuarto, mientras tus hijos tienen todo lo que necesitan, y no falta comida ni calor en tu hogar. Poco a poco, la tensión crece hasta el desenlace final. Pero lo hace sin estridencias, sin ruidos ni voces altas, sino como si fuese un río fluyendo en dirección a su destino, el mar, en el que se funde sin remedio. La operación de cara al lector es perfecta: no hemos podido despegar el libro de nuestras manos desde la página 100, y no ha interferido en nuestros asuntos cotidianos, esos que nos revientan la gozosa lectura de un novelón, ese problema que nos inquietaba tanto mientras leíamos arrobados "Los pilares de la tierra", por poner un ejemplo. Me recuerda un poco el artefacto de la trama de la película "El sexto sentido", con esa pirueta final que da sentido a todo el aburrimiento que ha llegado a acumularse en la sala durante hora y media, con ese suspense engañoso y blando un poco como de telefilme de presupuesto discreto. Una pirueta final bastante tramposa.
"El chico del pijama de rayas" no engaña; juega, eso sí, con nuestros sentimientos, y no da tregua a un lector espantado por el final, aunque no torturado con crueldad. Después de una lectura suave, deja al lector lo que llaman en inglés "food for thought", es decir, alimento para el coco, y te quedas pensando y sintiéndote un poco más persona y un poco más inteligente, si acaso.