viernes, 1 de octubre de 2010

Renovación Alianza Editorial



Hace unos días caminaba por los pasillos de mi librería de referencia, cuando di con un curioso estante vertical hecho de cartón, del tono marrón oscuro que es propio del cartón no tratado con pinturas ni esmaltes. Permitía que los libros que contenía se mantuviesen en posición vertical, ligeramente inclinados hacia atrás, pero siempre dando la cara, es decir, la cubierta. Para mi gran sorpresa y regocijo, se trataba de los primeros títulos de la renovada colección de bolsillo de Alianza Editorial.

Fundada en 1966, año emblemático de mi vida por ser el primero, Alianza nos regaló durante años una colección de bolsillo auténtica, muy personal y accesible, con unas magníficas cubiertas de Daniel Gil que rompían con el libro tradicional, demasiado serio y falto de elocuencia en su apariencia externa.

Recuerdo las estanterías de algunas librerías repletas de títulos magníficos de esta colección, todos a precios asequibles, y también recuerdo cuando se celebró el volumen 1.500 con el exquisito
Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda. Después hubo una extraña transición, con la aparición de las bibliotecas de autor, que nunca acabaron de gustarme del todo, aunque adore los títulos de Borges o Brecht que conservo.

Ahora, hace unos días, descubro con regocijo la renovada colección de bolsillo de Alianza, que me recuerda a la antigua. Claro está que me abalancé sobre la estantería y tuve que contenerme para no llevármela entera. Pero junto a mí tengo dos ejemplares, uno de ellos,
El señor de las moscas, de William Golding (¿alguien recuerda la cubierta de la antigua colección, con la imagen de un caracol, si la memoria no me falla?). El otro, Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell, cuya lectura ya he comenzado y que no me está decepcionando en absoluto. Al contrario, me está llevando en estos cálidos días de septiembre al verano bucólico, sin nada que hacer, de la loca familia Durrell en la isla griega de Corfú, y despierta en mí la nostalgia del tiempo idealizado por la memoria y recuperado gracias a la lectura.

Habiendo aparcado, para su correcta dosificación, la lectura de
Algo elemental, de Weinberger, me deleito estos días con la familia Durrell en Corfú, al tiempo que ansío tener horas libres para atacar ese ejercicio ambicioso que es la tetralogía El cuarteto de Alejandría, del hermano mayor de Gerald, Lawrence.

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